El Boletin Islamico Edicion Numero 8

como solía llamarse en ese entonces. Como universitario, rápidamente me convertí en el orgullo de la Iglesia, todos tenían puestas grandes esperanzas en mi y yo estaba feliz de, una vez más, estar en “el camino de la salvación”. Asistía a la Iglesia cada vez que sus puertas estaban abiertas, estudié la Biblia por días y semanas todo de un golpe, iba a las conferencias dadas por los docentes Cristianos de mis tiempos, y reconocí el llamado a tener la profesión de padre a la edad de 20. Comencé a predicar y rápidamente me volví popular. Era extremadamente dogmático y creía que nadie se salvaría a menos de pertenecer a mi grupo de Religión. Condenaba categóricamente a cualquiera que no haya llegado a conocer a Dios como en la forma que yo lo hice, me enseñaron que Jesucristo (que la paz esté sobre él), era de verdad el Padre, Hijo y Espíritu Santo. Traté de hacer entender a mi mismo esa afirmación, aunque tengo que admitir que no lo entendía por completo. En mi opinión, era la única doctrina que tenía sentido para mí. Admiraba la bendita vestimenta de la mujer y el comportamiento respetable, noble y verdadero ante Dios de los hombres. Disfrutaba practicar una doctrina donde a la mujer se le era requerido vestirse con ropa que le cubriera completamente, que no se maquillara y que se manejasen como verdaderas embajadoras de Cristo. Estaba completamente convencido que finalmente había encontrado el camino real y verdadero hacia la bendición. Debatía con cualquiera de las diferentes Iglesias, creencias y podía acallarlos completamente con mi conocimiento de la Biblia. Memoricé cientos de pasajes bíblicos y esto se convirtió en la marca de mi prédica. Pero, aún cuando me sentía seguro que estaba en el camino correcto, una parte en mí aun buscaba algo, sentía también que aún existía una verdad superior para alcanzar. Meditaba cada vez que estaba solo y rezaba a Dios para que me guiara hacia la Religión correcta y que me perdonase si estaba obrando mal. Nunca había tenido ninguna clase de contacto con Musulmanes. La única gente que conocía que difundía el Islam como su religión eran los seguidores de Elijah Muhammad, los cuales eran conocidos por mucha gente como los “Musulmanes Negros” o la “Nación reencontrada”. Fue durante este periodo a finales de los setenta que el ministro Louis Farrakhan estaba bastante inmerso en lo concerniente a reconstruir “la Nación del Islam”. Escuché el discurso del ministro Farrakhan mediante la invitación de un colega y esta fue una experiencia que cambiaría mi vida dramáticamente. Nunca había escuchado hablar a un hombre de color como él lo hizo en toda mi vida. Inmediatamente trate de entrevistarme con él para tratar de convertirlo a mi religión. Disfrutaba evangelizar, esperando así encontrar almas perdidas para salvarlas del fuego del Infierno, sin importar quien fuera. Después de graduarme de la Universidad comencé a trabajar a tiempo completo en una base. A medida que estaba alcanzando la cumbre de mi iglesia, los seguidores de Elijah Muhammad se hacían más visibles y apreciaba sus esfuerzos en tratar de apartar a la comunidad negra del mal que los estaba destruyendo desde adentro. Comencé a ayudarlos, en una parte para comprar su literatura e incluso para encontrarme con ellos y poder hablar. Asistía a sus círculos de estudio para averiguar exactamente en lo que creían, conocía la sinceridad de muchos de ellos, no podía figurarme la idea de que Dios fuera negro. No estaba de acuerdo con el uso que le daban a la Biblia para apoyar su posición en ciertos temas. Este era un libro que lo conocía bastante bien y estaba profundamente perturbado de lo que yo consideraba era una mala interpretación, en cuanto al libro, por parte de ellos. Había asistido a escuelas apoyadas en la Biblia y me había vuelto un experto en varios campos del estudio de la misma. Después de alrededor de seis años me mudé a Texas y me afilié en dos iglesias. Un pastor joven que no tenía mucha experiencia ni conocimiento manejaba la primera iglesia. Mi conocimiento de las escrituras cristianas se habían desarrollado para esta etapa en algo anormal. Estaba obsesionado con las enseñanzas bíblicas, empecé a estudiar más a fondo las escrituras y me di cuenta que sabía mucho más que el actual líder. Como muestra de respeto me fui y me uní a otra iglesia en una ciudad diferente donde sentía que podía aprender más, el pastor de esta nueva iglesia era muy estudioso, el fue un excelente maestro, sin embargo tenía algunas ideas que no eran la norma en nuestra organización dentro de la iglesia. Más bien sostenía puntos de vista liberales, pero aún así me gustaba su enfoque. Pronto iba a aprender la lección más valiosa de mi vida cristiana, la cual era “que todo lo que brilla no siempre es oro” a pesar de su apariencia externa, habían males que se suscitaban y que nunca había pensado

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